Por Ángela Posada-Swafford/twitter@swaforini/www.angelaposadaswafford.com
Enero 19.
El mar se movió un poco anoche. Mi cerebro recuerda la sensación de expediciones pasadas, y es como si volviera a casa de un viejo amigo. Creo que todos dormimos bien, excepto por los chicos del equipo de mapeo, que pasaron la noche en vela porque el software que guía la ecosonda no estaba “conversando” con el sistema, después de haber sido reparado. “Era un problema de configuración que nos llevó a recibir asistencia de la empresa que renta el servicio”, dice Hugo Montero, el experto hidrógrafo y mapeador oceánico de la tripulación. “Empezamos llamando a la oficina de Singapur y luego pasamos a la de Noruega, y finalmente el sistema recuperó sus capacidades”.
Para las 10:00 horas de la mañana el sistema estaba funcionando a la perfección. La pantalla de Hugo mostraba en ese momento 8,079 metros de agua bajo la quilla del buque, y todos los expedicionarios rieron de alivio: ahora sí era posible hacer el mapa de los puntos más profundos de la Fosa para guiar las inmersiones de esta semana. Mientras tanto, el lander Skaff fue botado al mar por segunda vez, ya que en la mañana, tras el primer intento, el peso del lastre se desprendió espontáneamente, y el Lander salió como un corcho a la superficie. (Quién dijo que hacer ciencia es fácil).
Más o menos al mismo tiempo, Víctor se reunía con Osvaldo, el capitán Alan Dankool, el jefe de operaciones del sumergible Tim Macdonald, y el líder de la expedición a través de la empresa EYOS, Kelvin Murray, para planear los detalles de la inmersión de mañana 20 de enero, en la que Víctor y Osvaldo bajarán al punto más profundo; y otra del viernes, cuyos tripulantes están aún por anunciarse. Después se decidirá sobre las otras inmersiones. Es un momento realmente emocionante. Estamos a punto de explorar lugares totalmente vírgenes de este planeta.
El “Pressure Drop” está a capacidad: 45 personas (34 tripulación, 11 expedicionarios). Desde que subiera a bordo Victor Vescovo anoche, la atmósfera cambió, pues ahora ya estamos en modo de expedición. El buque es como una colmena de abejas que ha entrado de repente en actividad concentrada. Los técnicos de los landers, los del sumergible “Limiting Factor”, los del mapeo, los de comunicaciones con buque-submarino. Todo se calibra, se ensaya, se vuelve a calibrar.
Victor da entrevistas y habla con cada equipo, asegurándose de que todo el mundo tiene lo que necesita. Por su parte, el equipo de biología del IMO-Universidad de Concepción-Universidad de Antofagasta se prepara para el regreso de un lander potencialmente cargado de muestras de criaturas, en cuyo caso deben estar listos a sacarlas de las jaulas y fijarlas en alcohol, formalina o congelarlas bajo cero, según sea el caso.
En un momento dado, una risita nerviosa me hace mirar a un lado. Es la geóloga Isabel Urrutia, que mira fijamente la pantalla del mapeo delante de Hugo. La imagen muestra parte de la Fosa de Atacama en colores de violeta a rojo, según su profundidad. La razón de la felicidad de Isabel es que esa imagen está confirmando su tesis de doctorado: la existencia de una cresta submarina que corre paralela entre la fosa y el margen continental. Una forma geológica que puede aportar mucha más información en cuanto a terremotos, tsunamis, la evolución del borde costero de los Andes y quién sabe qué otros descubrimientos.
El día culmina con las instrucciones para el nuevo acuanauta Dr. Osvaldo Ulloa de cómo comportarse en el sumergible, cómo usar el pequeño tubo de oxígeno de emergencia, cómo llamar a la superficie en caso de necesitar ayuda, y sobre todo: que debe deshidratarse desde esta misma noche, evitando tomar líquidos. La emoción en los cansados ojos del científico-explorador chileno es patente. Después de todo, si las cosas marchan como deben, mañana sería un día histórico.
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