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El día en que Chile bajó al Hades

Por Ángela Posada-Swafford/twitter@swaforini/www.angelaposadaswafford.com


Enero 20. Hoy es el día de la primera inmersión de un chileno -y hasta donde se sabe, de un latinoamericano- a la Fosa de Atacama. Osvaldo Ulloa se levanta muy temprano. Los preparativos para su inmersión incluyen empacar una bolsa seca con algo de ropa de abrigo, una cámara Gopro, su tablet para escuchar música, y un emparedado de pan francés con ensalada de huevo hecho fresco por Michelle, la magnífica chef del “Pressure Drop”.


Mientras tanto, Victor Vescovo hace el prechequeo de su nave, como todo buen piloto. A eso de las 7:30 horas se reúnen en el salón principal del buque, y salen a abordar el submarino. El momento está cargado de emoción, especialmente para quienes no habíamos visto nunca esta operación. Es una coreografía coordinada hasta en los más precisos detalles. No puedo dejar de comparar todo esto con una misión espacial, en el sentido de que este lanzamiento, que aunque es tranquilo y de cierta forma discreto, sin ruido de motores ni grandes parlantes, contiene todo el mismo drama, peligro y emociones. Incluso hasta en los mismos uniformes azules de los astronautas, y los pequeños rituales durante el viaje.


El mar está en calma. Osvaldo y Victor entran por la estrechísima escotilla del magnífico sumergible “Limiting Factor” casi a las 8:00 horas de la mañana. El descenso comienza con un chequeo de comunicaciones, y a partir de entonces, cada tanto, Victor va reportando su profundidad y el estado del oxígeno dentro de la esfera. Todos estamos agolpados alrededor del micrófono, escuchando extasiados el sonido de los ‘pingggg’ y la estática mientras la señal acústica llega al submarino y regresa al buque, lo cual tarda poco más de 7 segundos.


La pantalla del computador central en el Dry Lab muestra los signos vitales del “Limiting Factor”, incluyendo su profundidad y tasa de descenso, que inicia en unos 70 metros por minuto y a medida que adquieren profundidad, cae a unos 45 metros por minuto, esto porque el agua allá abajo es algo más densa. Poco antes, los tres landers, Skaff, Closp y Flere2, fueron lanzados al agua a intervalos, para que estén en el fondo, adquiriendo información y muestras de agua y animales, mientras el sumergible explora por su cuenta.


A las 11:37 horas de la mañana, la voz muy distante de Victor anuncia que han llegado al fondo de la Fosa de Atacama, y que sus instrumentos leen -8,062 metros de profundidad (un número que más adelante habrá de cotejarse con las lecturas de los altímetros de los landers). Arriba hay aplausos y júbilo, nos damos el lujo de ir a almorzar, y de imaginarnos cómo será el fondo que están explorando los dos acuanautas. A las 14:33 pm, Vescovo anuncia que soltó los pesos de lastre, y que su ascenso ha comenzado.


Nos anuncian que esperan su llegada a la superficie a las 17:10 horas de la tarde, pero para nuestra sorpresa, terminan arribando a las 16:40. La razón, habría de explicar Victor riendo después, “es porque Osvaldo es muy ligero, no pesa mucho”. Cuando el “Limiting Factor” está asegurado contra la popa del buque, Osvaldo es el primero en salir. Imposible borrarle de la cara la sonrisa. Se le ve emocionado y repite que es un magnífico día para la ciencia de Chile. No es para menos: sus ojos vieron por primera vez interesantes estructuras, filamentos de lo que podrían ser bacterias gigantes, muchos anfípodos en el suelo, y el favorito de Vescovo, una holoturia (una especie de pepino de mar) con montones de patas y mucho más grande que de costumbre: aparentemente, una nueva especie.


Dr. Osvaldo Ulloa saliendo del "Limiting Factor". Foto: Matias Pizarro Urrutia


Como si fuera poco, esa noche comienzan a llegar los dos landers (uno de ellos soltó su lastre inesperadamente y no alcanzó a llegar al fondo) cargados de tesoros. Específicamente Flere2, que trajo en su jaula esas extrañas criaturas abisales llamadas anfípodos de entre 2.5 y 8 cm de largo. Los anfípodos son un extraño tipo de crustáceo que vagamente recuerda a un langostino. Su color va entre naranja al amarillo pálido. Todos tienen duros caparazones, casi sin carne, unas patitas diminutas y un par de antenitas que les salen de la frente, como unicornios dobles. Marcelo Oliva, Rubén Escribano y la bióloga Carolina González, ayudados por el que ahora bautizo como ‘el maestro de los landers’, Gadiel Alarcón -todos del IMO y universidades de Antofagasta y Concepción- los fijan en etanol al 95%, mientras que otros se congelan a -80 grados para luego meterlos entre nitrógeno líquido a la hora de sacarlos del buque.


Dr. Marcelo Oliva. Foto: Ángela Posada-Swafford


¿Qué más puede uno decir de un día cargado de descubrimientos? Que este es realmente un privilegio y el resultado de la más hermosa cooperación internacional. Que la empresa privada y la generosidad de Víctor Vescovo y el apoyo gigante de su equipo del “Limiting Factor” y el “Pressure Drop” está haciendo posible que chilenos dejen en lo más alto (¿o en lo más profundo?) la ya gran ciencia de su país.


Osvaldo Ulloa y Victor Vescovo tras la inmersión. Foto: Ángela Posada-Swafford



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