Por Ángela Posada-Swafford
Enero 13 y 14.
La aventura del primer descenso tripulado al punto más hondo frente a las costas del continente americano en el Pacífico, los más de 8,000 metros de la enigmática Fosa de Atacama, comenzó el pasado jueves en Valparaíso. Con una mezcla de estrés, emoción, poco sueño y mucha expectativa, nueve de los diez integrantes del equipo del IMO abordamos el buque "DSSV Pressure Drop", del explorador Victor Vescovo y su empresa Caladan Oceanic, que dejó el muelle poco después para anclar en medio de la bahía, cargar combustible y esperar la visita del ministro de Ciencias, Andrés Couve Correa.
Esta es ciencia de punta de lanza. Ciencia de altísima tecnología; y también, ciencia en los tiempos de Omicrón. Docenas de pruebas PCR, mascarillas, permisos, incertidumbre, todo llegó a feliz término cuando el ministro Couve conoció al capitán Alan Dankool y conversó con el equipo de científicos chilenos liderado por el Dr. Osvaldo Ulloa. Fascinado, también recorrió el buque y especialmente el sumergible "DSV Limiting Factor", la maravilla tecnológica con capacidad para dos personas que va a hacer posible la osada misión de llevar a los primeros seres humanos al inframundo de la Fosa de Atacama.
Zarpamos a las 16:20 horas de la tarde, en medio de una atmósfera visiblemente más relajada, navegando hacia el norte sin perder de vista la costa. Tras las instrucciones de seguridad y el simulacro de abandono de buque por emergencia, me dediqué a recorrer el "Pressure Drop" cuyo nombre hace juego perfecto con el objetivo de su misión: dejarnos caer, literalmente, en los puntos de mayor presión de los océanos.
Descubrí que un buque privado de investigaciones es un mundo muy distinto de uno militar. Aquí no hay un silbato para anunciar las manobras, la guardia o las comidas. En cambio, sí hay servicio de lavandería diario, y de limpieza de los camarotes, que son compartidos, ya sea para dos o cuatro personas, lo mismo que los baños. Las camas camarote son anchas y tienen un cobertor mullido y caliente. El nuestro, que comparto con la geóloga Catalina García, tiene un ojo de buey que da al mar intensamente azul.
Aquí se desayuna, almuerza y come temprano. Y vaya si se come bien. Cada comida es un verdadero buffet de exquisiteces. Ya exploraré esa parte más adelante. Y me llama la atención también que aquí solo hay un comedor, y una misma hora para todos los pasajeros, ya sean científicos invitados o tripulantes del buque. Todos nos sentamos juntos.
La tarde transcurrió con reuniones de preparación entre los científicos del IMO, que básicamente se dividieron en dos grupos, el de mapeo y el de biología. Mapeo hizo una preselección inicial de los puntos que se quieren explorar con la ecosonda multihaz del buque: todos esos lugares vírgenes del abismo que esperan revelar quién sabe qué cosas. Biología examinó resultados anteriores de Atacamex y comenzó la preparación del equipamiento para recoger muestras de agua y criaturas del abismo.
Sólo estoy segura de que nunca una frase fue más cierta: In Profundo Cognito. (En la profundidad: conocimiento).
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El grupo de expedicionarios de Atacama Hadal está conformado por los oceanógrafos Osvaldo Ulloa, Rubén Escribano, Gadiel Alarcón, Carolina González y Marcelo Oliva; las geólogas Isabel Urrutia y Catalina García; así como Julián Rosenblatt y Matías Pizarro, del equipo audiovisual; y la periodista científica Angela Posada-Swafford.
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