top of page
Buscar
  • aidagranell

Atacama Hadal llega a su fin: ahora comienza el trabajo de verdad

Ángela Posada-Swafford


Enero 25-26.

Y bien, Atacama Hadal ha llegado a su fin. Anoche empacamos nuestras maletas y amanecimos frente a la ciudad de Iquique. Los bonitos montes color ocre rojizo que forman el relieve de esta parte tan al norte de Chile anuncian claramente que este es un mundo mineral. Cuando uno vive en el trópico, como es mi caso, semejante paisaje desnudo resulta exótico.



Foto: Ángela Posada-Swafford

El tiempo a bordo se pasó brutalmente rápido. Fueron doce días de actividad frenética, que produjeron miles de imágenes y no sé cuántas horas de video en altísima resolución, de la diestra mano de Julián Rosenblatt, así como de las cámaras del submarino "Limiting Factor" y los módulos landers. ¡Apenas si puedo esperar a ver el documental resultante!


Igualmente, fueron varias noches de mapeo continuo del suelo marino en la Fosa de Atacama y sus alrededores, que sacaron a la luz las primeras características detalladas de estos suelos ignotos. Me llena de asombro ver cómo la ecosonda multihaz instalada en el casco del "Pressure Drop", y manejada virtuosamente por el ex Capitán de Navío de la Armada peruana Hugo Montoro, iba pintando de colores un lienzo que diez minutos antes era completamente blanco.


Y sobre este lienzo, un continuo desfile de criaturas conocidas y desconocidas, algunas quizás sorprendidas por las luces, otras seguramente agradecidas por la carnada de peces, una cena opípara, aunque también letal. Arriba, en ese otro mundo ‘extramarino’ de los laboratorios del buque, Rubén Escribano y Carolina González capturaron la preciosa información que los seres hadales sólo pueden entregar tras la muerte.

Al mismo tiempo, y como si fuera bendita, el agua de las profundidades era vertida, filtrada y sellada en contenedores hasta la última gota, por el siempre diligente Gadiel Alarcón. Ese filtro, entonces, oscurecido por la presencia del ADN de todos los organismos que en un momento dado estuvieron nadando por allí, se convertía en el más valioso de los tesoros.


La expedición Atacama Hadal fue un estupendo ejemplo de trabajo en equipo, colaboración internacional y apoyo a la ciencia, todo dentro de un buque con tripulantes de 10 países, los mayores expertos en sumergibles de máximas profundidades en el mundo. Y fue una expedición donde reinaron la comida gourmet, la flexibilidad y adaptación de todos ante circunstancias cambiantes, como suele suceder en el mar.


Ignoro si algún día lo lleguen a leer, pero vale mencionar algunos nombres que representan con el mayor agradecimiento hacia todos los demás: Capitán Alan Dankool por su bautizo de fuego; el jefe de ingenieros John Wallace; el jefe de operaciones del "Limiting Factor" Tim Macdonald; el segundo oficial Kyle McDowell; el contramaestre June “The General” y su compañero Baby Jun, que demostraron por qué los filipinos son históricamente maestros del mar; del equipo de los landers, Cecil Young; del servicio de hotel y cocina Leo Sinoro; los chefs Michelle Hiller y Whern Carvajal. Desde luego, Víctor Vescovo, un líder palmo a palmo tan bueno como el propio explorador Roald Amundsen que tanto admira.


Escribo este último blog durante mi vuelo Santiago-Miami, después de apresuradas despedidas y pruebas de Covid. Y lo hago con un gran agradecimiento también a Osvaldo Ulloa y el equipo en mar y tierra del IMO-Universidad de Concepción por su calurosa acogida en la exploración de las profundidades de la ya no tan virgen Fosa de Atacama.


“El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana”, escribió Pablo Neruda.


Ahora, el inframundo marino que hay debajo debe ser descrito por otro poeta. Uno o una que sean capaces de hablar con la elocuencia que merece esa “magnífica desolación”, como bien escribiera el astronauta Buzz Aldrin refiriéndose a la superficie lunar.










278 visualizaciones0 comentarios
bottom of page